Con sus apenas 9000 habitantes, Kirkwall, la ciudad más poblada de las islas escocesas Orkney, tiene la particularidad de ser la patria chica del mal encarado Willie McDougal (aka Willie, el jardinero: ver Los Simpson) y de la cineasta a quien este año el Bafici dedica una retrospectiva: Margaret Tait. Y no es caprichoso comenzar estas líneas subrayando un emplazamiento geográfico, del mismo modo en que, al hablar de Raúl Perrone y su cine, es imposible no referirse a Ituzaingó. Porque, si bien hubo varios años azarosos en la vida de Tait que la llevaron a estudiar medicina en Edimburgo y cine en el Centro Sperimentale di Cinematografia (además de servir como médica en el lejano oriente durante la Segunda Guerra Mundial), su filmografía es un íntimo y extenso diálogo con Kirkwall, su lugar, el espacio desde el que Tait contempla el mundo y entiende el paso del tiempo. Lírico, fuertemente identitario, libre e intuitivo, el cine de Margaret Tait funciona como un inmenso patchwork de home movies, retratos, poemas visuales y animaciones minimalistas que atestiguan algo tan quebradizo –y a la vez colosal– como el modo en que se refleja en las personas y paisajes de nuestro entorno el transcurrir de nuestra propia vida. Fran Gayo
Barbara Thorburn intenta comprender su pasado mediante un viaje por la memoria de tres generaciones de su familia. Los recuerdos de su madre poeta y de su abuela se entremezclan con distintos períodos de su vida.